DIOSA DE LA LLUVIA Primera Parte
Todo empezó por una simple gota de lluvia, que no llegaba…
Por: Víctor Orielson León Parada
Abogado y Catedrático en Derecho Penal,
Explicación: Sí, Margarita Rosa de Francisco, “(…) nada más ajeno a la idea de dios, que la razón”; este concepto de dios, es netamente instintivo, deviene del miedo percibido por el ser, del terror avistado por la culpa, y de la gnosis, por la ignorancia supina de no saber y conocer. Existen algunas personas que son creyentes y van a las iglesias, para así expiar sus supuestos pecados; hay otros que son creyentes pero no practicantes (conviven con sus pecados) y, los más libérrimos de estas ataduras, es decir, estamos todos aquellos que decimos que no creemos ni en el rejo de las campanas; estas son las formas externas de creer, en algo, ese algo que algunos llaman: Dios. Recordando que esas cosmogonías religiosas fueron fundadas e inyectadas por los comerciantes interesados en cautivar poblaciones de consumo, es el negocio de la religión, así como el negocio de la política o el de vender artículos y otras gûevonadas para que la gente se sienta feliz, en adquirirlos. Es este un asunto de simple oferta y demanda, no más.
Desde luego que, a ese y otros dioses se los inventaron los mismos hombres, todo para intentar solventar las explicaciones de lo que no conocen (ni conocerán nunca); es decir “eso debe saberlo ´alguien´ que conoce de todo, y como yo no conozco de muchas cosas, pues, lo fácil es decir, que esas cosas las “inventó” y las creó otro ser, abstracto él y muchísimo más inteligente y piloso que yo; ah, sí me toca pagarle algo por el servicio de lo que yo no sé, pues, creo que es barato, y lo pago, en diezmo, inclusive”. Entonces es cuando aparece un Javhe, un Jehová, un Cristo, un Padre y hasta un Espíritu Santo; igual, un Buda, un Mahoma, un Bochica, un Ra, una Chía, en fin, cada cultura adapta y adopta y asume un “dios”, en particular.
Margarita, tú lo dices muy bien, el intelecto de las gentes, muy pobre en aquellos tiempos antiguos, tuvo y vio la necesidad de crear un dios y muchos diositos (el famoso santoral) que les satisficieran y reemplazaran esas, sus extremas ignorancias. En mis charlas con gente, común, tuve la oportunidad de crear un “dios”; sí, en narrativa simple, casi que juglar, me inventé un dios bacano, todo con el ánimo de desprestigiar al dios usual (una especie de Mickey Mouse) y que no existe, y que, sin embargo, usan las gentes; sí, a ese moño de dios abstracto en quien cree la gente, pero que nunca lo ha visto, ni tocado y mucho menos ha podido sentirlo sobre su cuerpo; aunque en las imaginaciones febriles, allí si pueden caber muchos dioses y demonios, como en la película del “Exorcista”. La historia que me inventé (aclarando que no soy un dios, acá lo que me invento, con mi razón, son muchas y muy variadas gûevonadas, así que tómela en serio y en ficción o en chiste, eso no es problema mío sino de quien lo quiere ver, creer o no) es así:
“Hubo, en la edad terciaria (periodo donde aparece los homínides), una dificultad extrema dentro de un grupo de gens cavernícolas: no llovía, y la sequía los acechaba en sus vidas, en cada día y noche. Esa ciudad quedaba en el Valle de la que hoy se conoce como la Mesopotamia (donde quedan hoy Irak y Afganistán); era un territorio rodeado de montañas y de lomas; sí, era un gran valle por donde se depositaban todas las aguas escorrentías que bajaban de todas esas montañas y lomas. Las gentes vivían en las cuevas y cavernas, en los recovecos de lo alto de las montañas y lomas; todos esos seres primates eran salvajes, primitivos (de la edad del hombre Cromañón), igual que los demás animales que merodeaban por esos lares. La ciudad base se llamaba Ultricht (nombre inventado).
Como en una de esas temporadas no llovía, y ello les representaba una larga sequía, los liderazgos de los ricos y opulentos, que eran lo que vivían en la parte más alta de la montaña, algo así como un gran pent-house, en el estrato 8, hoy en día, muy similar la clasificación social de hoy en día. Estos ricachones y sus familias y amigos (inicios de los reyes y sus vagos cortesanos, que viven de los que trabajan, allá abajo, es decir en los pisos inferiores), se empezaron a preocupar y bastante. Pero, siempre hay un pero, este es simpático: Unos de esos seres primitivos, algo locato o locata, pero muy observador (a), un buen día le dio por ponerse a contar los días y las noches, y estos ciclos los iba rayando y anotando con carbón o con las puntas de otras piedras, en las paredes de la cueva donde vivía.
Luego, pulió esas cuentas y le agregó, las lunas, los eclipses, los meteoritos y hasta el paso veloz de los luceros furtivos, que atravesaban el firmamento. Sí, el locato (a) se sentaba horas y días enteros observando el firmamento (es posible que para tener esa pasión de observar lo observable, se metiera de vez en cuando un porro de saludable bareta). En la suma de esas rayas y demás íconos, logró hacer y generar algunas ecuaciones y otras variables, cuánticas (por eso, les repito a los que me escuchan y que me leen, que las matemáticas provienen de esos primeros seres) y encontró, como Einstein, una de ellas, para dar la posible respuesta y explicación del por qué no llovía, especialmente, logró dar con el chiste sobre la larga sequía que los atormentaba.
Pero (seguimos con el “pero”), el hombrecito o mujercita, no está todavía definido el sexo, aunque creo que es posible que haya sido un ser femenino, dada su extrema curiosidad e intuición, y al ver que el clan o gens era gobernado por un macho (por aquello de la fuerza bruta, con la que protegían a sus familias, de otros seres depredadores), decidió enfrentar (en buenos términos) a su rey o dictador o jefe tribal. Se le acercó un día y le dijo, en su lenguaje gutural y corporal (todavía no habían lenguajes, ellos eran sonidos onomatopéyicos) y de frente le insinuó: “Jefe Muchapanza, yo tengo la fórmula para que llueva”
El tal jefe, se quedó mirándola (o), muy extrañado, y en cálculo travieso la lanzó una ojeada como si observara a un bicho, y le respondió: ¿Qué tienes la fórmula para que llueva?, hum, no jodas, cuénteme una de los tiernos mamuts, esa sí que no se la creo” y la miró o lo miró, en forma muy displicente. El locato o la locata, sonrió y dijo: “No pierde nada con probarlo, además, está en juego su prestigio como jefe, aparte de que tendría usted mucho más poder sobre los demás clanes …, sería usted el jefe de todos los jefes…” Este comentario, que le endulzó los oídos y el ego, soltado de una, de primera, al truhan jefe, le generó una gran sonrisa y, obvio, un gran desafío; también, un reto enorme. Además, casi nadie, ninguno de los súbditos de su tribu, lo osaba, ello, por lo fuerte, fiero y salvaje que era este jefe Mucha-Panza (creo que de él se deriva el nombre de Sancho Panza del Cervantes), y nadie le hacía este tipo de propuestas, puesto que podría ser eliminado, de facto.
Continuara ……