MANILA SE LLAMA LA CAPITAL DE FILIPINAS

por: Julian Silva

Es ridículo y triste pero no encuentro forma de lidiar con la ansiedad de la espera. 

Llevamos dos meses viajando con mi chica por el Sudeste Asiático.  Hemos visto muchas cosas y hecho otras muy agradables.  Estoy por mi cuenta ahora.  Ella se marchó hace 30 días.  Me quedé “cuidando el fuerte”, por decirlo de alguna manera.  No tengo visa para regresar a un país cuyo nombre me da miedo mencionar, y tampoco puedo irme de Filipinas porque no tengo dinero para el costoso pasaje de avión a mi país de origen. 

Vista de lejos, la ciudad se ve sucia y peligrosa.  De cerca luce un poco mejor pero huele a peces muertos y a detritus humanos, especialmente al caminar por el malecón junto al mar.  El primer día me hice explorador.  Al segundo mi curiosidad perseveraba y di una vuelta por la ciudad antigua conocida como intramuros.  Al tercero no había manera de sacarme del hotel.

Las calles las habitan gentes descalzas que piden limosna y juegan al futbol con pelotas de latón.  Sonríen mucho.  En la miseria sonríen tanto como en Sudamérica a pesar de la pobreza rampante que no sólo se ve sino que se huele.  En Sudamérica somos muy felices cuando estamos en la calle y es de día.  En la noche la calle se vuelve peligrosa y es mejor tener un techo donde resguardarse de la lluvia y del crimen.  Jamás me sentí tan cerca de casa estando tan lejos como en Manila.  La pobreza y el peligro me recuerdan a Bogotá durante la noche.

En Manila todo es zona roja a excepción de Makati, el barrio exclusivo de la ciudad, en donde también hay putas pero visten con ropa de marca y la miseria se disimula con centros comerciales y restaurantes exclusivos a los que no puedes entrar si eres pobre porque el código de etiqueta exige que tengas zapatos para cruzar la puerta.

Paso el día frente al computador esperando la visa que nunca llega y en la noche bebo en el bar del hotel cuya vista da de frente a una casa de putas de belleza tipo Edén.  Todo mundo es hermoso en Filipinas.  La gente sonríe y te llama “sir” con el acento Tagalo que es su idioma mezclado con inglés y español.  Borracho hablas con todo mundo en el bar y al día siguiente sientes vergüenza de no recordar las estupideces que balbuceaste la noche anterior. 

Los borrachos tienen muchos amigos porque es bastante triste beber solo y a fuerza de soledad te haces de la compañía de quien escuche.  Las meseras y el barman son mis amigos porque me paso las tardes y las noches hablando con ellos mientras bebo.  Debo parecerles muy molesto pero igual sonríen.  Las playas y la gente son lo mejor de este país.  La gente pobre que sonríe a pesar de las circunstancias.

Hace mucho no bebía de esta manera.  Es ridículo y triste pero no encuentro forma de lidiar con la ansiedad de la espera.  Veo la televisión en la mañana y camino a lo largo del malecón en la tarde cuando me siento valiente.  Hace tanto calor que quisiera arrojarme al mar pero jamás vi tanta basura en mi vida.  Podría hacerle competencia al rio Bogotá con la grandísima diferencia de que el clima da para que las aguas sean tibias y algunas personas se atrevan a nadar, gente de la calle en su mayoría, todos ellos dándose a la tarea de esquivar millares de botellas plásticas y trozos de madera provenientes de barcos naufragados. 

Manila tiene playa pero no tiene playa.  Cuando se piensa en Filipinas se habla de Palawan y Cebú, verdaderos paraísos naturales de arenas blancas y aguas transparentes.  Manila es el centro administrativo e industrial de Filipinas.  La isla del Nido y Port Barton se encuentran muy lejos así como tu chica.  Ella voló hace un mes al país cuyo nombre me aterra mencionar.  ¿Volveré a verla algún día? ¿Regresaré a casa antes de navidad? No lo sé.  No sé absolutamente nada ahora que contemplo la posibilidad de extender mi permiso de estancia en Filipinas por otro mes.  Podría buscar trabajo aquí en el hotel donde vivo.  Un trabajillo de esos que toman los extranjeros cuando se encuentran atrapados en el limbo administrativo de los grandes países y sus fronteras terribles.   

Viernes 5:45 pm.  Nunca vi atardeceres tan hermosos a pesar de los edificios que lo tapan todo.  El fin de semana no se trabaja en aquél país cuya visa no me niegan pero tampoco aprueban y no aprobarán porque mañana es sábado.  Los dólares que aún me quedan son suficientes para pagar el hotel, la comida y la cerveza por una semana más.  “¡De qué te quejas malparido, estás en Filipinas!”, me dijo mi amigo Bruce.  No es el peor lugar del mundo para estar en el limbo cuando se cuenta con ochenta dólares en la billetera.  Podría encontrarme atascado en una de esas ciudades del primer mundo en donde sobrevivir con menos de trescientos a la semana es imposible.  Podría estar en Caracas o en Ciudad del Cabo en donde verdaderamente pasan cosas malas.  Podría no tener a cierta chica o a mi familia esperándome en casa cuando regrese algún día.  ¿Cuándo será eso? ¿Será el próximo lunes, dentro de dos semanas, en un mes? Ya no sé nada porque son las nueve de la noche y me estoy emborrachando.  Sorprendentemente puedo escribir mientras bebo, cosa que no me pasaba antes.  Supongo que entre más practicas mejor te vuelves ya sea bebiendo o jugando al futbol o escribiendo acerca de escribir mientras te emborrachas.

No tengo más para decir porque es viernes en la noche aquí en Manila.  Muchas cosas pasan al mismo tiempo y debo estar preparado para verlas todas. Odio quejarme pero entre más pasan los años más mañoso me vuelvo y mi maña es hablar de todo lo que no me gusta.  A veces hablo de amor, la guerra, mi país o la Santísima Trinidad porque a mi hermana la religión la enloquece y sin querer le doy gusto a veces. 

2 thoughts on “MANILA SE LLAMA LA CAPITAL DE FILIPINAS

  • 31/10/2016 en 2:33 pm
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    Muy bueno, leer estas historias me encanta, es como un viaje a través del mundo. Recorrer los lugares que describes, con ese toque de humor de ironía refleja la realidad de nuestra sociedad. Como decía el ensayista y crítico francés Marcel Proust “El auténtico viaje de descubrimiento no consiste en buscar nuevos paisajes, sino en tener una mirada nueva.” Y realmente me trasporto con la lectura de tus historias a esos lugares que no conozco, escucho esas personas que no he escuchado, veo lo que ves, y siento a la distancia, lo que tu sientes. Los viajes te llevan a lugares peligrosos, pero nada es tan peligroso y tenebroso como la Rutina. Un abrazo Julián silva y espero verte en diciembre.

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  • 26/11/2017 en 10:00 pm
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